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martes, 20 de agosto de 2013

Cultura Bareback

¿El riesgo de enfermarse es sexy?. El término bareback (montar a pelo) circula hace unos años en la
comunidad gay masculina reivindicando el sexo sin protección y dejando de lado todo tipo de advertencias sobre el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual.

Entre el grito de placer, el gesto de rebeldía y la inconsciencia sanitaria, esta práctica crece y es la estrella de un sector concreto de los consumidores de pornografía gay que publicita relaciones sin preservativo en los saunas, en reuniones privadas y en páginas de Internet. Con ello, se contribuye a continuar con nuestro estigmatizante calificativo de “grupo de riesgo”.

Explorar el erotismo bareback en Internet puede ayudarnos a descubrir que los temas por resolver respecto al VIH no sólo están relacionados con la prevención y la atención sanitaria, sino también con las implicaciones culturales que esta pandemia ha generado en el comportamiento sexual de los gays en las grandes ciudades.

En algunos círculos homosexuales el Bareback se ha convertido en una especie de fetiche. Hay personas que buscan películas, historias cortas y contactos relativos al barebacking e incluso tienen sus particulares expresiones propias tales como: breeding -eyaculación en el interior del recto del participante pasivo-, charging up -igual al breeding pero el activo es VIH positivo- y las “Russian roulette parties” ó “conversion parties” –las cuales involucran relaciones sexuales entre personas HIV positivas y HIV negativas-).

Esto hace que “cinco minutos de calentura” tal vez cambien tú vida para siempre, pero como dice un paciente: “tampoco es la muerte de nadie y durante esos cinco minutos fui libre realmente”.
Esos cinco minutos en total libertad, de intercambio de fluidos, besos y algunas caricias nos hacen sentir en la expresión más pura del libre albedrío. Algo ficticio a lo que tal vez despertemos más tarde.

Sin embargo, las ciencias sociales y médicas deben poner atención en describir, más que explicar, los aspectos simbólicos del erotismo bareback: ¿por qué es tan complejo expresarlo de persona a persona y por qué tan sencillo manifestarlo en Internet. Este medio, al favorecer el desarrollo de redes sociales, también lo hace con la construcción de estereotipos y de identidades que se aglutinan y se comunican entre sí.

Se cree que del 80%  que se manifiesta “bare” en Internet llega a un encuentro sexual solamente el 15%.

Activistas, analistas y escritores han alertado contra estas prácticas. Son una serie de actividades realizadas por minorías entre la población gay. Lo preocupante es que su número va en aumento. En países en los que el incremento del VIH ha sido vertiginoso se obvian las advertencias y se relajan las costumbres, sobre todo, por los amantes de probar experiencias nuevas.

Pepijn van den Wall Bake´s Blog
Un tema preocupante en la medida en que afecta a la salud pública. Las campañas dirigidas hacia la juventud y en general hacia toda la población -no sólo la gay- nunca serán suficientes para orientar sobre los peligros del sexo casual sin protección. El Bareback es una práctica que clama más campañas de prevención por parte de organizaciones gubernamentales y ONGs.

¿En qué sentido es liberador tener sexo sin cuidarse?

Cada cual es libre de tomar las decisiones que crea convenientes en su vida pero, por nuestra parte, no está de más recordar que, ante todo, hay que ser responsable con tu propia salud y con la de los demás. Hacerse controles periódicos de VIH y pedir que nos muestre los análisis, si vamos a hacer prácticas de riesgo, nos permitirá estar mucho más tranquilos. La decisión ahora es solo tuya.

:: Ale K Nosotros y los baños

Ale K es licenciado en Psicología y Abogado (UBA), psicoanalista y coordinador de grupos de reflexión. Trabaja con pacientes HIV, con parejas y varones gays. Es comunicador radial distinguido por divulgar la cultura lgtb.

domingo, 22 de abril de 2012

La identidad homosexual de Platón a Marlene Dietrich




Antes de 1869, año en que se acuña el término clínico de homosexualidad para el deseo erótico cuyo objeto es una persona del mismo sexo, dicha atracción había conocido múltiples denominaciones –inversión, uranismo, sodomía–, cada una aproximativa y azarosa, ninguna de ellas interesada en reglamentar social y científicamente el deseo. Lo que propone el escritor italiano Paolo Zanotti, profesor de literatura en la Universidad de Bolonia, en su libro Gay, la identidad homosexual de Platón a Marlene Dietrich, es un recorrido histórico por la construcción de lo que hoy llamamos una subcultura gay. El título original del libro también sugiere una crónica amena y documentada de “cómo fue inventada la identidad homosexual”.
La primera exploración la hace Zanotti en la Grecia clásica, una cultura donde los hombres que creían poseer un alma noble y un carácter viril, buscaban como objeto de placer sexual a sus semejantes, es decir, a otros hombres dueños de cualidades parecidas. Como lo señala Michel Foucault en su Historia de la sexualidad, los roles sexuales actuales de activo y pasivo tuvieron entonces una connotación distinta. El hombre activo era el iniciador de los adolescentes a un mundo de la sexualidad que era también un mundo de madurez y de sabiduría; como las mujeres, el efebo debía ser sexualmente receptivo y no había en ello demérito alguno, solamente la pasividad adulta era objeto de condena social.

La tiranía de los roles sexuales
De acuerdo con el autor, en la era moderna la condena de la homosexualidad pasa por la reprobación de toda conducta capaz de menguar las cualidades intrínsecas al varón en la sociedad burguesa. Una de ellas es esencial: el control de las pasiones. El comportamiento viril idóneo se construye con prohibiciones nuevas: el hombre no debe llorar ni manifestar debilidad de carácter, no debe ceder a la coquetería en el vestir ni tampoco en el arreglo personal.
Contrariamente a la mujer, determinada desde su nacimiento por su sexualidad y por las funciones biológicas y sociales que con ella se relacionan, el hombre tiene la posibilidad y el deber de controlar sus impulsos sexuales con el fin único de “ganarse la anhelada identidad viril”. Zanotti reproduce la sentencia: “Mujer se nace, hombre se hace”. El varón que transgrede estas prohibiciones y se identifica con el sexo opuesto se coloca de inmediato como un renegado de su propio sexo y por lo mismo un paria digno de reprobación. Y añade el autor: “La prohibición del sexo entre hombres trae consigo otra importante novedad: la desconfianza hacia la amistad masculina. La intimidad entre dos hombres será fuente de una angustia creciente: a partir de 1770, por ejemplo, los chicos de los colegios ingleses ya no podrán compartir cama”.
La relectura de la historia de las civilizaciones a través del entendimiento de la sexualidad como una construcción social es el objeto de la llamada teoría queer, y es precisamente este marco teórico el que aborda Zanotti sin abusar de jergas académicas, para señalar que la homosexualidad es ante todo una construcción moderna donde el poder, encargado de reprimir los placeres, tiene paradójicamente la posibilidad de producirlos.

El dandismo, una matriz de las nuevas identidades
En la antigüedad las grandes ciudades (Atenas y Florencia, destaca el autor) fueron núcleos que facilitaron la diversificación de las sexualidades, los lugares en que se forjaron los primeros estereotipos de la identidad gay. En el siglo XIX la figura del dandy, ese artista empeñado en hacer de su vida una obra de arte (el Oscar Wilde de El retrato de Dorian Gray, el J.K. Huysmans de A contracorriente), vuelve la mirada a un pasado que glorifica el artificio y las posturas trágicas, el culto de la sensibilidad extrema y el goce de iconos del sufrimiento como la figura de San Sebastián.
En la reivindicación hay un rechazo tajante de reglamentar la vida privada y del utilitarismo de una sexualidad fincada en la procreación. Un dandy, recuerda Zanotti, es un ser ocioso, elegantemente frío y estéril, alérgico al trabajo. Un ser como Des Esseintes, el dilettante en la novela A contracorriente: “un tipo degenerado de clase alta: último vástago de una estirpe ilustrada venida a menos, con un sistema nervioso al límite del agotamiento después de una serie de experiencias juveniles en busca de los placeres más extravagantes, especialmente sexuales”. El personaje descrito tiene a menudo un fin trágico, en la cárcel o en un lecho de hospital, o termina, como el autor Huysmans, orillado a elegir entre el misticismo o el suicidio.
El dandismo provocador tiene larga vida en Europa y no son pocos los invertidos que en él encuentran su primer modelo de identificación exaltada. Luego de un aparente ocaso a raíz de revoluciones del siglo XX, y del prolongado dominio de una medicalización represiva, con los embates de la interpretación psicoanalítica y su entronización del Edipo y de la culpa, la sensibilidad homosexual es de nuevo reivindicada por la cultura pop y en 1964 la escritora estadounidense Susan Sontag le brinda un sustento teórico en sus Notas sobre el Camp. Lo que en un inicio es un arma defensiva de las minorías sexuales, se transforma en elemento importante de una identidad homosexual crecientemente integrada a la cultura de masas.

Mente sana en un cuerpo de gimnasio
En los años setenta el cineasta Pier Paolo Pasolini reivindica el carácter declaradamente subversivo del deseo homosexual. Según su apreciación, las relaciones homosexuales no conllevan de modo espontáneo una lógica de reciprocidad, y el deseo polimorfo se expande como una vegetación venenosa que permea todas las capas de la sociedad burguesa (Teorema, 1968). Los encuentros son fortuitos, clandestinos, sin vocación de trascendencia. Son ilegítimos y oscuros, como en una novela de Jean Genet, y requieren de la complicidad secreta de sus iniciados en baños de vapor, en mingitorios macilentos o en los cuartos oscuros de los bares.
Con la aparición del sida, la epidemia que perturba a las buenas conciencias, se opera una metamorfosis en la identidad y cultura del hombre gay, quien procura dar de sí mismo una imagen más sana, busca la aprobación social y la inserción a la vida cívica a través de la conquista de nuevos derechos, entre ellos el del matrimonio.
Dice Zanotti: “A partir de los años ochenta este ideal se difunde en todo el universo masculino y el hombre gay se convierte en su prototipo perfecto: el gay con cuerpo de gimnasio, hedonista y con un buen empleo, es el ejemplo más perfeccionado del macho actual, y el mercado enseguida se hará eco de ello. La imagen del antiguo dandy aferrado a una juventud irreal se ha sustituido por la del gay joven y saludable; lo que supuso que a los no tan jóvenes (por ejemplo, Foucault) les costara reconocerse en esta nueva identidad”. La construcción de esta identidad homosexual tiene como contraparte obligada una estrategia que consiste en desmontar los mitos, fetiches y prejuicios en torno a una minoría sexual que al cabo de siglos de discriminación y estigmas, aún reserva al mundo circundante de las mayorías, revelaciones siempre sorprendentes.

Nexo Asociación Civil

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