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lunes, 4 de junio de 2018

Sao Paulo celebra Orgullo LGBT y manda recado a políticos

Los participantes pidieron el voto consciente de cara a las elecciones del próximo octubre para llevar una lucha contra la homofobia



Sao Paulo.- Sao Paulo celebró hoy el Desfile del Orgullo LGBTI, uno de los más importantes del mundo, e hizo un apelo al voto consciente de cara a las elecciones del próximo octubre para llevar adelante la lucha contra la homofobia.

La capital paulista, la ciudad más rica y poblada de Brasil, se tiñó este domingo con los colores del arcoiris para luchar a favor de la igualdad y concienciar al público sobre las propuestas de los candidatos que defienden los derechos de lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales.



En la marcha de este año estuvo presente Monica Benício, viuda de la concejala brasileña y activista Marielle Franco, asesinada en marzo en Río de Janeiro presuntamente por un grupo de milicianos. 

Franco, de 38 años, era negra, madre adolescente, lesbiana y procedía de la favela del Maré y su lucha se ha convertido en un símbolo, por lo que fue homenajeada este domingo durante la marcha que llenó la céntrica Avenida Paulista.


Las estadísticas revelan que en Brasil muere o se suicida una persona del colectivo LGTB cada 19 horas, según datos publicados este año por la organización no gubernamental Grupo Gay de Bahía.

Los asesinatos crecieron un 30 % en Brasil en 2017 con respecto al año anterior y el número de homicidios contra lesbianas, gais, transgénero y bisexuales en el país suramericano pasó de 343 en 2016 a 445 contabilizados el año pasado.


Las cifras de la ONG todavía no incluyen el asesinato este año de la estudiante y activista de la comunidad LGBTI Matheusa Passareli, cuyo nombre es referente de su consideración no binaria, tanto de género femenino como masculino.

Matheusa Passarelli fue asesinada y quemada por supuestos traficantes de una favela de la zona norte de Río y su muerte conmocionó Brasil.

En la búsqueda por el respeto y la defensa de los derechos de la comunidad, el desfile de este año reunió a cerca tres millones de personas, según los organizadores, bajo el lema "Elecciones. Poder para los LGBT+. Nuestro voto, nuestra voz".

La presidenta de la Asociación del Desfile del Orgullo de Gais, Lesbiana, Bisexuales y Transexuales de Sao Paulo, Claudia Regina, afirmó que abordar el tema de las elecciones durante la "Parada LGBT" es una forma "valiosa" de comunicar sobre la "importancia de elegir bien" a los gobernantes.





martes, 28 de junio de 2016

A los 60, le hicieron caso al deseo y se animaron a “salir el closet”

Enfrentan a hijos y nietos para confesarles sus sentimientos y arman vínculos con personas del mismo sexo, después de separarse o enviudar. En Capital, ya se casa por semana una pareja gay mayor de 60 años.



Durante años ajustaron sus vidas a lo que la sociedad exigía de ellos dejando de lado sus propios deseos y expectativas. Los mandatos familiares y lo que culturalmente estaba “bien visto” los hizo reprimir, entre otras cosas, su preferencia sexual. Así fue que salieron del closet recién de grandes. Le pasó a Mercedes Sánchez (70) y a Marcelo Robles (62) quienes, a pocos días de la celebración del Orgullo Gay, compartieron sus historias con Clarín. 

Según Graciela Balestra, presidenta de la Asociación Civil Puerta Abierta a la Diversidad y coordinadora del primer y único Centro de Jubilados LGBT del país, ellos no son los únicos que blanquearon a la edad de jubilarse. “En los últimos años, se duplicaron las consultas de adultos mayores que se acercan a pedir asistencia psicoterapéutica para salir del closet y hablar con sus familias sobre el tema”, sostiene Balestra quien remarca que también llegan buscando un grupo de pares que los contenga y entienda. Y el reconocimiento público muchas veces viene de la mano del casamiento. Así queda evidenciado en los números: en lo que va del 2016, hubo más de una boda gay de mayores de 60 por semana en Capital.

Este último dato surge del Registro Civil de la Ciudad, desde donde precisaron a Clarín que este año ya se registraron 171 matrimonios igualitarios y que 27 de ellos fueron de personas de más de 60, es decir que, hasta el momento, los adultos mayores resultaron protagonistas de casi el 16% de los casamientos en el ámbito porteño, celebrando una boda cada aproximadamente cinco días.

En el caso de Mercedes Sánchez, que es psicóloga social, la salida del closet vino efectivamente acompañada de la unión legal con su actual pareja Claudia Lagos (53), cuando ella tenía 67. “Ni la sociedad ni yo estábamos preparadas antes para la verdad”, afirma Mercedes sobre la razón por la que esperó tanto para “dejar las tinieblas”. De joven, tuvo varias parejas heterosexuales que no funcionaron. “Yo me aburría pero seguía buscando, pensaba que no tenía suerte con los hombre”, resume. Eso fue hasta pasados los 30 cuando entendió lo que le sucedía, pero se lo guardó. Por esa época, conoció a Alicia que fue su pareja por 20 años, hasta que falleció. “Vivíamos juntas pero decíamos que éramos amigas. La gente sospechaba pero nunca preguntaron ni nosotras contamos”, relata. Con poco tiempo de diferencia, además de Alicia murió su mamá, y ella se quedó sin las, hasta entonces, dos mujeres de su vida.

Recién hizo el duelo cuando llegó a Puerta Abierta y comenzó a participar de un grupo de reflexión a los 61. Dos años después, tomó coraje y empezó a mostrarse libremente. En ese camino, conoció a Claudia en el cumpleaños de una amiga en común de la Asociación. “Ni bien la vi me enamoré. Ese día me contó que se estaba mudando de la casa en la que vivía con su marido y sus cuatro hijas”, suma. La charla siguió por Facebook hasta que concretaron una salida. “Al final del encuentro, que empezó en una plaza y terminó en mi casa, le dije que me gustaba mucho”, sigue Mercedes. A los pocos días, se pusieron de novias y no se separaron más. Hace tres años, tuvieron su matrimonio igualitario, del que participaron las hijas de Claudia y su nietito que ahora dice que, de ese lado, tiene “dos abuelas y un abuelo”.

Marcelo Robles siempre se sintió atraído por los varones más que por las chicas. Sin embargo, a los 31 se casó con una mujer con la que tuvo tres hijos. Casi 20 años después, se separó y empezó a experimentar con hombres. “Un día los senté a mis hijos y les conté. Ellos se merecían una explicación”, dice Marcelo quien confía que, al principio, “no les causó ninguna gracia”.“Con el tiempo, cuando vieron que no me salían cuernos ni alas y que seguía siendo el mismo, la cosa se fue ablandando”, explica. Tres años después de esa revelación, conoció a través de un chat gay a Gustavo Michanie (47), que es presidente de la Asociación Judios Argentinos Gays (JAG) con el que se casó el año pasado, a sus 61. Marcelo, que es arquitecto, dice que cuando conoció a Gustavo sufrió el “efecto ladrillazo”. “Fue como si me hubieran dado un golpe en la cabeza: sentí que por primera vez tenía certeza absoluta de lo que quería”, cierra Marcelo, feliz de haberse animado a dar el gran paso.


viernes, 4 de septiembre de 2015

“En la gama de los grises”, nueva película chilena de temática gay

Este viernes se estrenó el tráiler oficial de la película chilena En la gama de los grises que llegará a los cines de Chile el próximo 29 de octubre, una semana después de las primeras uniones civiles que se llevarán a cabo en el país sudamericano.



Sin embargo a dos meses de su estreno, se pudo ver en el marco de la Competencia Nacional del Santiago Festival Internacional de Cine (Sanfic) 2015 que se realizó entre el 25 y el 30 de agosto en Cine Hoyts.

La película es una historia de amor que narra cómo Bruno (Francisco Celhay), un arquitecto exitoso con su vida ya resuelta bajo los estereotipos más conservadores, decide darse una pausa para reencontrarse. En esta búsqueda conoce a Fer (Emilio Edwards), un profesor de quien se enamora y empuja a que su vida tome otro camino.

La cinta dirigida por Claudio Marcone cuenta con las actuaciones de Celhay, Edwards y Daniela Ramírez y ganó el premio Mejor Ópera Prima en el Festival Internacional de Cine de Miami 2015 y en el Festival Frameline de San Francisco 2015, además de ser parte de la selección oficial de Maguey en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara 2015, en el Festival de Cine LGBT de Torino 2015 y en el Festival de Cine de San Diego 2015.

“Es una película que aborda con sutileza lo que puede significar la salida del closet de una persona exitosa con una vida aparentemente resuelta. Dará que hablar no sólo porque tiene escenas nunca antes vistas en el cine chileno, sino también porque aborda un tema contingente, que contribuye al debate y a nuevas miradas, justo en un momento en que Chile se llevarán a cabo las primeras uniones civiles y se abren caminos en temas como la tenencia de hijos en parejas homosexuales y las nuevas formas de hacer familia”, señaló el director Claudio Marcone, quien después de más de 20 años filmando publicidad decide hacer su primer largometraje.

Otro de los temas que destaca en la película es su banda sonora que cuenta con la participación de Carla Morrison, cantautora mexicana, ganadora de dos Grammys, quien con su canción Disfruto musicaliza el desenlace de esta película.






:: Sentido G

domingo, 13 de enero de 2013

En el Vaticano marcharon contra la homofóbia


Marcha contra la homofobia en el Vaticano




Miembros de varios grupos italianos por la diversidad se trasladaron al Vaticano para protestar contra los comentarios del Papa Benedicto XVI oponiéndose al matrimonio igualitario. 



Los manifestantes coparon la Plaza de San Pedro con pancartas que rezaban “Homofobia equivale a muerte”, “Cásense con la paz” y “Háblenme de amor”, entre otros.



:: Perfil

martes, 11 de diciembre de 2012

Padre, Travesti, Arquitecta y Docente



La fuerza del deseo. Un hombre que estuvo en pareja con una mujer durante 27 años sintió la necesidad de transformar su cuerpo y su sensibilidad hacia lo femenino, pero sin perder la profesión ni la relación con sus hijos.



Foto Clarín

Yo soy ahora.

Cuando miro una foto vieja, no sé quién es esa persona que se supone que era. Eso me encanta. Sería terrible que me reconociera en ese hombre, porque como tal fui muy infeliz. En cambio, desde que me descubrí sintiendo como una mujer, el dolor desapareció.

Sé que es muy raro, pero hace unos años nací de nuevo. Hasta 2001, estaba casado y llevaba una vida “normal” en Rosario, con mi ex mujer y mis tres hijos. La crisis argentina de esa época hizo que, como arquitecto, me quedara con un solo cliente para el cual yo estaba construyendo un shopping en Resistencia (Chaco). Me dediqué a ese trabajo con exclusividad porque pagaba muy bien. Era una oportunidad real de mantener a mi familia, en un momento en que nadie tenía trabajo. Me iba de Rosario el lunes a la noche y volvía el domingo. Ese ritmo duró cuatro años y profundizó la distancia de mi ex mujer con la que, no obstante, siempre tuve muy buena relación. Hacia 2004, con Claudia manteníamos un vínculo meramente formal, de un enorme cariño pero nada más. Lo atribuíamos a los años que hacía que estábamos juntos, 27 contando los de noviazgo.

En esa época, me sentía muy mal, no sabía lo que me pasaba, sufría una angustia enorme. Resolví no seguir viviendo así y nos separamos. No fue hasta dos años más tarde que descubrí el mundo travestido.

Antes de separarme, pesaba casi 100 kilos, fumaba mucho y tomaba bastante alcohol. Era un bebedor social, por lo que jamás descuidé a mi familia ni mis obligaciones, pero tuve un problema respiratorio importante que representó un quiebre. Una llamada destinada a hacerme reflexionar sobre cosas que yo escondía detrás del alcohol y el cigarrillo. Los dejé por completo y empecé un régimen estricto con el que bajé 20 kilos. Durante dos años, sentí cómo mi cuerpo se iba purificando y dejando atrás lo que me hacía daño.

Quizá porque durante ese período estuve sola, comenzaron a aflorar de manera insistente algunos episodios de mi adolescencia. Por ejemplo, recordaba el cariño especial hacia un compañero de la escuela o la vez que, a los 15 años, un hombre me buscó y casi se produjo un encuentro sexual pero me sentí tan mal que lo evité. La época alentaba la represión: dictadura militar y una formación católica ortodoxa frente a la que cualquier fantasía se me representaba como un gran pecado mortal. También recordé que me gustaba una chica que tenía un hermano mellizo; yo sentía atracción por los dos. En esos episodios que nunca fueron consumados, había una clave. Pero me habían hecho sufrir y llorar tanto que los tapé como si nunca hubieran existido. Hasta que reaparecieron.

Empecé a frecuentar boliches gay. Lo curioso es que en ningún momento me salió ser varón y gay. Iba a ver los shows, empecé a tener amigas travestis. Al principio, el papel masculino lo jugaba yo de manera muy light porque tampoco era eso lo que quería. A las chicas las veía como amigas, me interesaba cómo se pintaban o se vestían, como cuando las mujeres miran a otra y dicen qué hermosa, qué lindas piernas, qué buena ropa. El hombre ve lo mismo pero tiene otra actitud, de conquista. Yo, en cambio, me acercaba a las chicas para imitarlas. Tardé en darme cuenta de que mi deseo era ser como ellas. Cuando lo acepté, empezó la transformación.

Pasaron cerca de dos años hasta que inicié el cambio. Para la gente de esos lugares, yo era una rareza. Ellos te ponen una etiqueta: sos la profesora, la maestra, la abogada, y para mí no había ninguna. O sí, la extraña. Eran jóvenes de la edad de mis hijos y estaban desconcertados al ver una persona grande incursionando en ese ámbito.Las chicas travestis también se sorprendieron mucho, porque a la edad en que yo empecé a cambiar, ellas se jubilan. Enseguida tuvieron la mejor disposición: me enseñaron a maquillarme y a comprarme ropa. Fundamentalmente, una de ellas: Valeria, que ya consiguió su documento, es mujer desde los 15 años y tiene otra fisonomía, no como yo que soy corpulenta.

Foto Clarín
El cambio fue muy gradual. Tuve un período muy ambiguo hasta llegar a la vestimenta femenina. Hoy, a los 55, no recuerdo una fecha ni un momento preciso en el que haya salido vestida de mujer. Antes fui ensayando la postura, lo gestual, la manera de caminar. Aunque todavía no tengo una carga hormonal femenina mayor que la masculina, mi cuerpo se fue adaptando a usar corpiño y bombacha. Eso me hizo cambiar la postura y la manera de   moverme. Todo esto lleva mucho tiempo. Me acuerdo de cuánto me costaba usar tacos, empecé por los más bajitos y fui subiendo hasta ponerme unos altísimos. Ahora no me los saco.

Cuando me separé, vine a vivir a la casa de mi madre, como hombre. Ella fue testigo de mi proceso hasta que la transformación se hizo evidente. Mi madre es muy reservada, sobria, profesional, con una crianza muy rígida; la sexualidad para ella no es un tema que deba ventilarse. Una sola vez tocó el tema y yo le planteé que si era una molestia, me retiraba, pero ella me dijo “vos sos mi hijo y te quedás”. Desde ese momento, me aceptó y paulatinamente todo empezó a marchar mejor.

Yo me sentía de una manera y así me iba presentando. No podía cambiar de un día para otro. En la Facultad, donde soy docente por concurso de Análisis Proyectual II y de Expresión Gráfica, hay colegas que me conocen desde hace 25 años. Para dar clases, al principio usaba una ropa ambigua que iba cambiando por otra más audaz y definida. Llamaba la atención y lo tomaban medio en risa medio en serio pero jamás tuve el menor problema en la Universidad: es un ámbito de tolerancia y de crecimiento personal e intelectual en una de las ciudades del país más libres en este sentido. Desde hace tres años, doy clases en la Facultad completamente vestida de mujer.

En cuanto a mi familia, con Claudia tuvimos tres hijos: Juan Ignacio, Santiago y Bárbara. Mi hija me demostró enseguida comprensión e identificación, quizá porque es mujer. También restableció el nexo entre los dos varones y yo, en la época en que a ellos se les hacía más difícil aceptar lo que estaba ocurriendo. Sé que les dijo “Papá y mamá nos han enseñado libertad, tolerancia, a ser buena gente y amigos de todos. Si ustedes van a discriminar a papá por lo que es ahora, entonces están yendo en contra de lo que nos enseñaron”. Ha sido muy convincente porque los varones entendieron y hace un año que lo viven como algo definitivo.

Los domingos a la noche nos reunimos todos y ellos vienen con sus novias.

Los recibo con minifalda o vestido y generalmente maquillada porque así soy yo ahora. Todos me dicen papá. Eso no puede cambiar; sería un horror pedirles a mis hijos que me traten de otra manera.

Papá es travesti, pero sigue siendo papá. Si ellos necesitan una ayuda o enfrentar alguna situación conflictiva, yo me comporto como un papá desde todo punto de vista. Jamás voy a renegar de eso porque mis hijos son lo más importante de mi vida.

En esta nueva vida, quedaron atrás muchos amigos que se alejaron. Allá ellos con sus conciencias y decisiones. Yo no obligo a nadie a entenderme.

Fue en el ámbito laboral donde me he visto más afectada. Siempre he tenido una empresa constructora, además del estudio de arquitectura. Muchos clientes antiguos dejaron de traerme obras, preocupados por el qué dirán o por mi apariencia. Mi clientela se redujo en un 70%. Nada de eso me preocupa porque estoy muy tranquila conmigo. Curiosamente, los gremios de la construcción, que no son nada sencillos, tampoco mostraron mala actitud. A la obra voy con ropa femenina más adecuada, de batalla: una pollera de jean o un vestido más largo porque me resulta cómodo. Me miran en silencio y a veces se ponen un poquito más cabeza dura que antes, pero siempre llegamos a un acuerdo porque me respetan mucho a nivel profesional.

Como disfruto de una sensibilidad nueva, puedo interpretar y entender cosas que un hombre o una mujer común jamás podrían. Incluso, asumo actitudes que antes me eran ajenas como la delicadeza y el pudor. Para mí significan una evolución como persona. Eso también se refleja en mis proyectos. Mis producciones anteriores eran mucho más duras, de líneas rectas. Ahora noto que se han vuelto flexibles y plásticas. Recurro más a las formas espiraladas y tiendo hacia lo simple. Al haberme liberado, todo es más suelto, más redondo, más amable.

Mi visión se ha vuelto femenina sobre muchas cosas que antes no advertía: una sociedad muy machista, centrada en los derechos del hombre, donde la mujer gana menos desempeñando las mismas tareas y es poco respetada en sus decisiones. Cuando pesaba 100 kilos y usaba bigote, iba a un taller mecánico y me arreglaban el auto inmediatamente. Ahora en el mismo taller, me hacen reventar antes de arreglármelo y me tratan como si no entendiera nada.

El nombre de Canela me lo eligieron pero fue como un reencuentro. En el jardín de infantes estaba enamorado de mi maestra que se parecía mucho a Canela, la conductora de televisión. Cuando empecé a cambiar de aspecto, mi amiga travesti me dijo que me veía igual a ella. En ese momento me acordé de aquellos sentimientos y lo adopté inmediatamente.

En mi documento todavía figuro como Ajax Hugo Grandi Mallarini. Hasta hace un tiempo no me molestaba, era parte de mi pasado, pero ahora no me gusta ni me siento bien cuando alguien me llama Ajax. Enseguida lo aclaro y digo que mi nombre es Canela. Así como hay mucha gente buena, algunos lo toman en sorna sin imaginar el proceso que hay detrás de semejante decisión.

Hace semanas inicié la terapia hormonal, así que todavía no puedo hablar sobre sus resultados. Es muy paulatina y poco agresiva porque soy una persona grande. Quisiera una transformación lo más completa posible en el lapso que determinen mi cuerpo y mi salud. En cuanto a las intervenciones quirúrgicas, me animo a unas prótesis y nada más porque no me quiero morir en una sala de operaciones. No tengo edad para intentar algo tan arriesgado, me da mucho temor y tampoco sé si es lo que quiero. Me depilo con láser y trato de mejorar mi piel para verme más femenina cada día. También espero que la voz se me vuelva más aguda. Practico bajar una octava mi tono, algo que me es muy difícil porque tengo la voz gruesa, de barítono. Cuando hablo por teléfono, todavía me dicen “Sí, señor”.

Mi sueño es viajar por el mundo con un hombre, un hombre cabal. Hasta ahora nunca tuve una pareja como travesti, sólo un amigo bastante menor con el que íbamos a bailar. No sé si es fácil tener una relación estable, algunas amigas travestis tienen sus novios y es muy lindo verlos, pero son más jóvenes.

Me siento una mujer, aunque está claro que no lo soy ni voy a llegar a serlo, ni siquiera con cirugía. Si tuviera que definirme, diría que soy de otro género: una chica travesti, en transición. Eso es lo que en verdad soy.

He logrado vivir en paz y me da mucha satisfacción ver que la sociedad argentina ha cambiado tanto. Para mí este momento es una continuación de los sesenta, una época en la que pasaban cosas maravillosas, y ahora también. Les confieso que actuar de acuerdo con los sentimientos es una conquista extraordinaria, aunque sea difícil y demande un gran coraje. Desde que soy travesti, no he vuelto a ser desdichada. Y ahora, cuando lloro, mis lágrimas son de emoción, de alegría y de comprensión, ya no de dolor.

:: Clarín 


Nexo Asociación Civil

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