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viernes, 23 de junio de 2017

Apolo y Jacinto



Apolo es uno de los dioses más polifacéticos del Olimpo, es el dios de la belleza masculina y de las artes, especialmente de la música.
También es el dios del sol, la profecía y la medicina. Tenía un oráculo (Apolo Pitio) en el Santuario de Delfos.
Sus atributos son el arco y las flechas, la desnudez y la lira.
Apolo es hijo de Zeus y Leto, y hermano gemelo de Artemisa.

La muerte de Jacinto Merry Joseph Blondel

Jacinto, el joven hijo del rey de Esparta, tan hermoso como los mismísimos dioses del Monte Olimpo, gozaba del amor de Apolo, arquero. El dios solía bajar por las orillas del río Eurotas, dejando desierto su santuario en Delfos, para pasar tiempo con su joven amigo y deleitarse con los placeres de los jóvenes. Cansado de su música y de su gran arco, Apolo hallaba descanso en pasatiempos sencillos. Ora llevaba a Jacinto a cazar a los bosques y calveros de las laderas de las montañas, ora practicaban gimnasia (una disciplina que posteriormente Jacinto enseñaría a sus amigos y por la que fueron famosos los espartanos). La vida sencilla despertó los apetitos de Apolo, a quien el muchacho de pelo rizado resultó más encantador que nunca. Apolo le entregó su amor sin restricciones, olvidando que se trataba de un simple mortal.
Una vez, durante una calurosa tarde de verano, los amantes se desnudaron, se untaron con aceite de oliva y probaron suerte en el lanzamiento de disco, cada uno de ellos intentando superar al otro. El disco de bronce volaba cada vez más alto. Finalmente, reuniendo todas sus fuerzas, giró sobre sí mismo hasta que dejó libre el brillante disco, que se alzó rápidamente, cual pájaro, cortando en dos las nubes hasta que, brillando como si fuese una estrella, empezó a caer.

La muerte de Jacinto de Jean Broc (1801)
Jacinto corrió a cogerlo, tanta era la prisa que tenía por lanzarlo, para demostrar a Apolo que, por joven que fuera, no era menos diestro que el dios en este deporte. El disco cayó por fin a tierra pero era tanta la fuerza que llevaba que rebotó y golpeó violentamente a Jacinto en la cabeza. Este gimió dolorido y cayó al suelo. La sangre manó en grandes cantidades por su herida, tiñendo de profundo carmesí el oscuro cabello del hermoso joven.

La muerte de Jacinto - Nicolas-Rene Jollain 1769
Horrorizado, Apolo corrió hacia su amigo, se inclinó sobre él, dejó reposar su cabeza sobre sus propias rodillas e intentó desesperadamente cortar el torrente de sangre que salía de la herida, pero todo fue en vano. Jacinto cada vez estaba más pálido y sus ojos, siempre tan vivos, perdieron su brillo mientras su cabeza caía hacia un lado, como si fuese una flor del campo que se marchitase bajo los rayos del sol de mediodía. Con el corazón destrozado, Apolo gritó: "¡Te llevaron las garras de la muerte, amado amigo! Ay de mí, pues por mi culpa has muerto. ¿O debo culpar a mi amor? Ay, culpa de un amor que demasiado ama. ¡Si tan sólo pudiese expiar mi culpa uniéndome a ti en el viaje a los reinos desolados de la muerte! ¿Por qué he sido castigado con la maldición de la vida eterna? ¿Por qué no puedo seguirte?

Apolo sostuvo a su moribundo amigo junto a su pecho, mientras sus lágrimas caían a borbotones sobre su pelo manchado de sangre. Jacinto murió y su alma voló al reino de Hades. El dios se agachó y susurró suavemente junto a la cabeza del joven muerto: "Siempre vivirás en mi corazón, hermoso Jacinto. Que tu recuerdo viva también entre los hombres". Y, a una orden de Apolo de la sangre de Jacinto brotó una flor roja a la que nosotros llamamos jacinto y en cuyos pétalos puede aún leerse "Ay", el sollozo de pena que surgió del pecho de Apolo.

Así, la memoria de Jacinto pervivió entre la burguesía de Esparta, que honró a su hijo, a quien festejó durante tres días con las fiestas jacinteas. El primer día, lloraron su muerte y los dos últimos, celebraron su resurrección.

Apolo (Febo) y JacintoNos interesa saber de quien es esta escultura

Comentarios del mitógrafo

Estos mitos griegos están basados casi literalmente en restos antiguos, materiales hechos circular por mitógrafos modernos. Las fuentes van desde poetas a historiadores, desde dramaturgos hasta polemicistas paleocristianos. Por ello, debe tenerse presente que la forma que adoptan estas historias es la tardía, y llega a incorporar en muchos casos sensibilidades romanas.

Qué duda cabe de que jamás ha habido una versión "auténtica" de ninguna de estas historias, que fueron objeto de transmisión oral durante un periodo de dos mil años por una región que abarca tres continentes, desde el Mar Negro hasta las orillas del norte de África, un área que alberga en la actualidad a países tales como Bulgaria, Grecia, Turquía, Egipto, Italia, etc. No obstante, los mitos son el reflejo colectivo de un mundo en el que el amor entre hombres era totalmente compatible con vivir la vida sagradamente, una senda hacia el heroísmo y la divinidad.

Nexo Asociación Civil

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